martes, septiembre 19, 2006

 

Educar a los hijos


Por: Marcela García Frausto
Colaboradora de Mujer Nueva, 2006-07-10

Derecho y deber de los padres

La persona humana nace inacabada y para alcanzar la plenitud necesita ser cuidada y atendida desde el momento de la concepción. La educación es también, una dimensión de la procreación de modo que la misión de los padres como educadores tiene el mismo origen que la procreación. Es por eso que ellos son los principales educadores de sus hijos.

La función educadora de los padres ha de ser común y solidaria. Es decir, el deber y el derecho de educar son idénticos en el padre y en la madre. Les corresponde por igual y conjuntamente. Lo mismo que en la procreación ambos dieron origen al nuevo ser, la educación se lleva a cabo entre los dos. El papel de los padres en la educación tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse.

¿Qué necesitan los padres para educar a sus hijos? Lo primero es el amor. Es decir, que el hijo sea valorado por sí mismo, por ser simplemente hijo. No porque salió “rubito”, o “igual de hermoso que su padre”, o porque “parece que va a ser muy inteligente”. No, el amor no se condiciona, el amor hace amar a los hijos, simplemente porque son hijos. Por eso, el amor paterno y materno, debe ser siempre la norma de la educación de los hijos. Es decir el amor paterno o materno encuentra en la educación su realización. Los padres que renunciaran a educar, estarían también renunciando a amar verdaderamente a su hijo.

La educación debe brotar del corazón y estar destinada a procurar el bien mayor de los hijos, y de igual forma ha de estar impregnada de todas las características del amor: constancia, bondad, servicialidad, desinterés, espíritu de sacrificio, etc.

Ahora bien, la educación, no puede quedarse en un nivel sentimental, por eso ha de concretarse en la dedicación y cuidado de los hijos en las diferentes facetas de su personalidad, y en las distintas etapas de la vida (niñez, adolescencia, etc.)

Esta labor educativa pasa por el deber de corregir a los hijos cuando es necesario y en la forma conveniente; implica también no ser motivo de escándalo o ser un mal testimonio para los hijos, (despilfarro de los bienes, inmoralidad, vicios, pereza, desorden, etc.)

En la educación pues, hay que evitar dos peligros, por un lado el permisivismo que lleva a conceder a los hijos la satisfacción de todos sus caprichos, sin negarles o contradecirles en nada y el extremo del rigorismo que corta con cualquier iniciativa y conduce finalmente a los hijos a vivir bajo el temor.

Aspectos fundamentales de la educación

La educación completa e integral de los hijos requiere que se cuiden todos los aspectos: materiales, espirituales, naturales, etc. Sin entrar en detalles, se puede decir que la educación ha de atender las dos dimensiones fundamentales de la persona: la dignidad personal y la socialidad.

Dentro de este contexto algunos aspectos que no pueden quedar fuera de la educación son: el cuidado y la atención corporal de los hijos, (alimentación, vestido, atenciones médicas, porvenir digno, ofrecerles un patrimonio); educar en la libertad, educar en las virtudes, en el sentido de la justicia y del amor.

El hogar en la educación

Se habla de la educación fuera del hogar, del colegio para los hijos, de las academias vespertinas donde se aprende música, deportes, idiomas, etc., sin embargo, qué duda cabe que para la educación el marco del hogar es insustituible, más aún el hogar es el lugar más apropiado para educar en las virtudes y valores. Es allí donde se aprende del testimonio de los padres, y en la convivencia con los otros valores como: el perdón, el respeto, la fidelidad, el servicio desinteresado, etc.

Para lograr una educación eficaz en el hogar es necesaria la educación personalizada de cada hijo. Dar un trato diferenciado a los hijos, en cuanto que sea apropiado a la edad, a las situaciones concretas de cada hijo, etc.

Pero lo que nunca ha de olvidarse es que el hijo o los hijos son los verdaderos protagonistas de la educación. Ésta no se construye pasivamente. Se trata de que los hijos se involucren en el proceso de formación. La mejor educación, no es “ésta o aquella”, sino la que logra la responsabilidad personal mediante la participación activa.

¡Renovemos cada día nuestra entrega en la misión educadora de los hijos! Con amor, dedicación, y un trabajo en equipo entre los dos padres y de éstos con sus hijos.

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