viernes, agosto 11, 2006

 

Psiquiatría infantil


El diario digital elmundo.es, en su sección de Salud, ha publicado una serie de documentos básicos sobre Psiquiatría. A continuación, reproducimos los artículos relacionados con el niño y el adolescente.

DEPRESIÓN

NIÑO

Un niño que está triste no tiene necesariamente que estar deprimido. Sin embargo, si este estado de ánimo depresivo o la tristeza interfiere en la actividad social, la vida familiar y escolar o con el interés por las cosas, podemos estar ante una depresión infantil.

Hace años se creía que la depresión infantil no existía sin embargo actualmente estamos asistiendo a un incremento de su frecuencia.

Por debajo de los 10 años, la depresión es más frecuente en los niños, una proporción que se va igualando con la edad hasta los 16 años en que la cifra de niñas deprimidas supera claramente a la de los varones.

Igual que en los adultos las causas de la depresión infantil responden a la combinación de una serie de factores como la historia familiar, la salud física, las experiencias traumáticas, el perfil genético y las alteraciones en la bioquímica cerebral. El riesgo aumenta cuando existen antecedentes de depresión en otros miembros de la familia.

Los síntomas depresivos en el niño son más variables que en los adultos y muchas veces son atribuidos a problemas normales de la maduración mental algo que dificulta el diagnóstico. Las alteraciones más frecuentes que nos deben poner sobre aviso son:
  • Mal humor e irritabilidad.
  • Sensaciones constantes de tristeza y desesperanza.
  • Actitud poco sociable.
  • Mayor sensibilidad a ser rechazado.
  • Cambios en el apetito (mayor o menor).
  • Cambios en el sueño (insomnio o aletargamiento).
  • Gritos o lloros.
  • Dificultad para concentrarse.
  • Cansancio y falta de energía.
  • Problemas físicos poco concretos (dolor de estómago o mareos) que no responden al tratamiento.
  • Problemas para participar en actividades con los amigos, en casa, en el colegio o en aficiones que tuviese previamente.
  • Sentimientos de baja autoestima o de culpa.
  • Falta de concentración o lentitud en el razonamiento.
  • Pensamientos de muerte o suicidio.
Si los síntomas depresivos se prolongan durante más de dos semanas, está justificado hacer una primera consulta con su médico para descartar problemas físicos. La evaluación mental, hecha ya por un especialista, debe incluir a los padres e incluso puede ser necesario entrevistar a otros sujetos cercanos al niño: no existe ninguna prueba diagnóstica, pero la combinación de esta información y algunos tests suelen bastar.

Aunque es muy raro en menores de 12 años, los niños también pueden llegar a intentar el suicidio, algo que hacen impulsivamente al sufrir un contratiempo o enfadarse. Igual que en los adultos, las niñas lo intentan más veces pero los varones tienen más éxito. La posibilidad de suicidio aumenta si existe historia familiar de violencia, uso de alcohol, abusos físicos o sexuales.

En los últimos años está cobrando fuerza la posibilidad de que el consumo de fármacos antidepresivos en niños y adolescentes puede ser el desencadenante de los suicidios. Ante esta nueva situación, en los casos en los que se inicie el tratamiento, el médico y los familiares deben ser muy cuidadosos con el seguimiento de la enfermedad y el menor debe tener contacto frecuente con el terapeuta, que podrá detectar cualquier cambio en el estado de ánimo del paciente.

ADOLESCENTE

La inseguridad e incluso la infelicidad son sentimientos relativamente habituales durante algún momento de la adolescencia. Sin embargo, cuando este problema se prolonga de forma continuada durante más de dos semanas podemos estar presenciando los primeros momentos de una depresión. Y es que, aunque las estadísticas varían, se calcula que uno de cada 8 adolescentes de países industrializados sufre algún tipo de depresión.

A esta edad hay muchas circunstancias que pueden conducir a la depresión, situaciones de mucho estrés emocional o social. Los adolescentes pueden tener sentimientos de baja autoestima o de incapacidad para las tareas escolares, las interacciones sociales, la orientación sexual o la vida familiar.

También en los adolescentes la depresión en más frecuente si hay casos previos en la familia. Cuando ni los amigos ni la familia ni las actividades que antes le hacían disfrutar consiguen animar a un chaval triste, hay que plantearse la posibilidad de que esté deprimido.

Los síntomas de alarma son:

  • Tristeza, ansiedad o sentimientos de desesperanza.
  • Pérdida del interés por la comida o alimentación compulsiva con rápidas ganancias o pérdidas de peso.
  • Insomnio nocturno y somnolencia diurna.
  • Abandono de los amigos.
  • Comportamiento rebelde, brusco empeoramiento de las calificaciones escolares o faltas a la misma.
  • Quejas frecuentes sobre síntomas vagos como dolor de cabeza o de estómago, fatiga o lumbago.
  • Consumo de alcohol o drogas y actividad sexual promiscua.
  • Preocupación exagerada por la muerte o la posibilidad de morir.
El diagnóstico de depresión en un adolescente requiere la entrevista también de sus familiares cercanos e incluso la realización de una serie de test psicológicos.

El suicidio es un problema muy grave de la depresión del adolescente. Tanto es así que es una de las principales causas de muerte a estas edades. Algunos signos pueden servirnos de aviso:
  • Amenazas de que se va a quitar la vida.
  • Prepararse para la muerte, regalar objetos favoritos, escribir cartas de despedida o hacer un testamento.
  • Expresar desesperanza hacia el futuro.
  • Mostrar signos de darse por rendido o hablar como si no le importara a nadie.
Algunas recomendaciones para que los padres reduzcan el nivel de exigencia o estrés en los adolescentes:

  • Usar menos el castigo o el 'debería darte vergüenza' y más el refuerzo positivo cuando hay buenos comportamientos puede ayudar a que el adolescente mejore su autoestima y no se sienta inútil.
  • Permitir que cometan errores. La sobreprotección o tomar las decisiones por ellos pueden ser percibidas como falta de confianza.
  • No agobiarles en exceso ni esperar que en todo momento hagan lo que se les diga.
  • No forzarles a seguir un camino trazado ni intentar vivir una nueva juventud a través de la de ellos.
Si sospecha que su hijo puede estar deprimido dedique tiempo a hablar con él de sus preocupaciones y problemas aunque le puedan parecer cosas sin importancia: la perspectiva de cada uno puede ser muy diferente, sobre todo a esta edad. En caso de duda consulte con un profesional.



SÍNDROME DE DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD (SDAH)

Es uno de los trastornos infantiles más comunes en la infancia. Entre un 5 y 6% de los niños en edad escolar sufren esta alteración neurológica. Afecta por igual a niños y niñas, aunque hay más casos de varones diagnosticados.
Se caracteriza por un falta de atención (el niño se distrae con suma facilidad, no consigue concentrarse, pierde los objetos que utiliza en sus tareas), hiperactividad (está moviéndose continuamente, no puede estar sentado durante un tiempo prolongado, habla demasiado), impulsividad (habla y actúa sin pensar, no puede esperar e interrumpe a los demás).

Todo esto conduce a un deterioro significativo del rendimiento escolar, a trastornos de conducta, problemas de socialización con otros niños y con su familia.

Es muy difícil hacer un diagnóstico a menores de siete años, dado que la impulsividad es algo normal hasta esa edad. Además, para constatar que el niño padece la enfermedad los síntomas deben prolongarse durante más de seis meses en todos los ambientes que el infante frecuenta.

Se suele tratar con una combinación de fármacos y terapia conductual. Con frecuencia se obtiene una buena respuesta al tratamiento farmacológico, habitualmente con metilfenidato. En algunos casos los síntomas no desaparecen en la edad adulta con lo que la terapia conductual se utiliza para enseñarles a canalizar su hiperactividad hacia la productividad o convertir su distracción en creatividad. Es aconsejable que los padres también aprendan técnicas para 'corregir' a sus hijos y convivir con ellos sin desesperar.

MÁS INFORMACIÓN:
Asociación niños con hiperactividad y déficit de atención



AUTISMO

Los síntomas típicos son una interacción social limitada, problemas con la comunicación verbal y no verbal y con la imaginación, y actividades e intereses limitados o poco usuales. Suelen aparecer antes de los tres años y continúan presentes durante toda la vida. Estos niños no responden a sus nombres, evitan mirar a otras personas, tienen dificultad para interpretar el tono de voz y las expresiones faciales, lo cual contribuye a su aislamiento. Parecen ajenos a los sentimientos de los otros y del efecto que produce su ausencia en los demás.

Se calcula que cinco de cada 10.000 personas padecen autismo clásico. Se produce cuatro veces más en niños que en niñas. La raza y el nivel social no influyen en la incidencia.

En ocasiones, los pacientes adoptan un movimiento que repiten continuamente, como golpear la cabeza contra la pared o morderse los labios. Algunas veces este movimiento puede llegar a provocar heridas al niño.

No se conocen las causas exactas del autismo, pero las investigaciones señalan que la predisposición genética es uno de los factores dominantes en combinación con el ambiente (virus, sustancias químicas...). En el cerebro de personas con autismo se pueden observar anormalidades en algunas regiones, lo que sugiere la posibilidad de un defecto en el desarrollo del feto. Se ha demostrado que no hay ninguna relación entre las actitudes y conducta de los padres y el desarrollo del trastorno.

Debido a razones aún desconocidas, alrededor del 20 al 30% de las personas con autismo también desarrollan epilepsia cuando llegan a la etapa adulta.

El tratamiento incluye medicación para evitar los comportamientos autolesivos y agresivos. Aunque no hay cura completa, un cuidado apropiado puede reducir los comportamientos no deseables y promover un desarrollo relativamente normal.

MÁS INFORMACIÓN:

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